Entre las contradicciones del gobierno federal y el gobierno del Estado sobre reactivar algunas actividades esenciales justo en la cresta de la ola de contagios por Coronavirus. Hoy miles de trabajadores recuperan su empleo y aún con el miedo, retornan con el gusto de poder mantener a sus familias.
En un país con 52 millones de personas con algún tipo de pobreza, y con autoridades mezquinas que han simulado ayuda y ofrecen “préstamos” en vez de apoyos directos, resultaba imperante que por lo menos las y los trabajadores del sector minero, automotriz y de construcción volvieran a sus puestos y echaran a andar el motor de esta economía.
Con un gobierno estatal que se niega a aplicar pruebas para detectar el virus, sin vacuna a nivel mundial, y sin insumos de protección suficientes en el mercado, volver a sus empleos es un riesgo latente, pero tampoco se puede ocultar la alegría y el optimismo de muchos de ellos por volver a su vida de trabajo y retomar su capacidad de poner el pan en su mesa.
Enhorabuena por las y los trabajadores que hoy retornan a desempolvar las máquinas de las plantas automotrices, a encender los motores de las retro excavadoras, a entonar la sintonía de los picos y palas extrayendo el mineral de las entrañas de la Tierra. Pese al riesgo, es una verdad que ningún virus puede mantenernos para siempre encerrados.
(Circulo Rojo)