Determinar cuáles son las teclas que ha pulsado un usuario escuchando su sonido se ha convertido en una técnica que se está extendiendo entre los ciberdelincuentes, que han comenzado a implementarla para robar datos y las contraseñas de sus víctimas.
Con el paso del tiempo y la implementación de nuevas metodologías de rastreo de información más sofisticadas, los usuarios se están interesando cada vez más en los apartados de privacidad y seguridad que ofrecen sus dispositivos.
En general, una de las grandes preocupaciones de los usuarios reside en las posibles escuchas de dispositivos como Alexa, desarrollado por Amazon, Siri (Apple) o el Asistente de Google y, de hecho, se han dado casos en los que las grandes empresas han admitido que han grabado escuchas con el desconocimiento de sus propietarios.
Actualmente, existen tres tipologías de ‘hackeo’ reconocidas en este ámbito y que afectan a los usuarios y consumidores de este tipo de ‘hardware’ electrónico, según ha recordado recientemente la empresa desarrolladora de ‘software’ de seguridad Panda Security.
La primera de ellas y la más tradicional es el denominado ‘Keylogger’, un tipo de ‘malware’ que monitoriza cada tecla pulsada y es capaz de extraer información confidencial a través de lo que el usuario escriba en el teclado. Otro ataque es el conocido como ‘Acoustic Keyboard Eavesdropping Keylogging attack’, que se traduce como ataques de espionaje a través del teclado acústico.
Estas ofensivas se dan porque se utiliza un programa que funciona con un algoritmo que reconoce el sonido que corresponde a cada pulsación de cada tecla. A pesar de que existen claras diferencias entre los teclados y no todos ellos suenan igual, los atacantes se encargan de que este algoritmo pueda sacar varios datos durante su uso y sea capaz de adivinar las contraseñas a partir de diferentes combinaciones.
Finalmente, Panda Seucrity ha indicado que recientemente se ha registrado una modalidad en los teclados inalámbricos, que funcionan con una antena conectada por el puerto USB. En este caso, los ciberdelincuentes pueden sustituirla por otra falsificada para interceptar la conexión por radiofrecuencia, lo que indica que esta técnica solo funciona en distancias cortas, a un máximo de 250 metros.